martes, 25 de agosto de 2015

MESOPOTÁMIA: ANTIGUA CIVILIZACIÓN ARTÍSTICA

El arte de Mesopotamia abarca una tradición de 4.000 años que en estilo e iconografía es aparentemente homogénea. 

Por: Olga Ortiz, Sharit Romero, Paula Garcés, Danya Balero, Natalia Urrea y Adalberto Martínez




El arte mesopotámico se inserta como ningún otro en las características geográficas del territorio. El país entre los ríos Tigris y Éufrates es una llanura aluvial de gran riqueza que pronto conoció el desarrollo de importantes culturas desde el Neolítico, que generaron las primeras ciudades del mundo en época muy remota.

Las posibilidades económicas de la zona y su carácter de encrucijada en el Próximo Oriente provocaron que se sucedieran a lo largo del tiempo las invasiones y colonizaciones de diferentes pueblos que dieron como resultado una cultura tan heterogénea como compleja.

Además, la religión animista, más cercana al pueblo que los complicados dioses egipcios, contribuyó a la creación de un poso cultural más pragmático y cercano a la realidad, en cuanto que los dioses podían garantizar la benignidad o no de las cosechas, pero en ningún caso la vida de ultratumba de los individuos.

Por eso, el arte se convirtió en el medio empleado para transmitir ideas de poder y autoridad, para consolidar normas de convivencia o para subrayar roles sociales, en el marco de la primera civilización urbana de la historia. Es en este esfuerzo por conseguir un arte eficaz donde reside la esencia de “lo mesopotámico”.

Los mesopotámicos cocieron la arcilla para obtener terracota, con la que realizaron cerámica, esculturas y tablillas para la escritura, llamada cuneiforme. Dicha escritura, es la forma más temprana conocida de expresión escrita de la que se han encontrado restos arqueológicos; esta fue creada por los sumerios a finales del cuarto milenio a.C. y surgió como un sistema de pictogramas.

En el arte mesopotámico predominaron las demostraciones artísticas como la escultura y la arquitectura. En cuanto a la primera de estas, fue evolucionando y adquiriendo características propias de los pueblos que la desarrollaban, ya que Mesopotamia estivo habitada por 4 poblaciones quienes hicieron aportes al arte mesopotámico en general: los sumerios, los acadios, los babilonios y los asirios.

Escultura mesopotámica

La producción escultórica en el arte mesopo­támico tiene dos formas básicas de expresión: la escultura exenta o de bulto y el relieve. Am­bos presentan coincidencias formales y temáticas que otorgan una cierta unidad a todo el amplio repertorio escultórico, que se prolonga a lo largo del tiempo y del espacio en el territorio mesopotá­mico.

Toros androcéfalos alados
La escultura exenta o de bulto que­da reducida a la producción de imáge­nes del poder: bien reproducciones de los administradores sumerios (los patesi), o retratos reales, como ocurre con nu­merosos gobernantes de periodos poste­riores.

Plásticamente las soluciones van va­riando con el tiempo, pero son cons­tantes algunos tratamientos generales, como la disposición frontal, la rigi­dez, la concepción de bloque de las fi­guras o la ausencia de movimiento.

En cuanto a los materiales utilizados son variados, pero dada la ausencia de piedra en el entorno, son extrañas las grandes obras monumentales que puedan verse en el arte egipcio. Se utilizan en cambio otros materiales duros como la diorita, el alabastro, el basalto, etc., pero siempre en proporciones pequeñas, dándole a la figura cánones menores, para lo cual se recurre a la disposición de las figuras sentadas o en cuclillas.



Dentro de esta escultura exenta podrían incluirse los lamasus asirios (de cuatro patas) y persas (de cinco patas), grandes toros alados androcéfalos, que servían como guardianes de las entradas de los palacios. En su caso su canon es mayor de lo habitual y por ello su monumentalidad.
La escultura en el periodo Babilonio es ejemplificado por gobernantes como Hammurabi de Babilonia y su famoso código legal (c.1780 a.C., Museo del Louvre) o las imágenes de los Gudea.
Gudea del vaso que brota 
Código Hammurabi 

De las dos manifestaciones escultóricas, la más utilizada fue el relieve. El re­lieve desarrolla además una mayor variedad de temas y de soluciones técnicas. La mayoría tienen un carácter narrativo, haciendo así relato de múltiples actividades, desde las más trascendentes como la guerra o las hazañas de sus reyes, hasta las más cotidianas, como trabajos domésticos o labores agropecuarias.

Los relieves arquitectónicos de los palacios de Nimrud, Jursabad y Nínive
En todos se aprecia la utilización de numerosos convencionalismos, tanto pN 6ara la solución plástica de sus formas de expresión, como para desarrollar su narrativa, y que son más numerosos entre los más antiguos. Cabría citar entre otros, la perspectiva torcida, al modo egipcio, sobre todo en las figuras, representadas con la cabeza y piernas de perfil y el cuerpo de frente; la utili­zación de registros para ordenar la sucesión narrativa; la esquematización formal y las composiciones habitualmente simétricas.

Arquitectura Mesopotámica

Los templos y palacios son las construcciones monumentales que ca­racterizan la arquitectura mesopotámica desde sus primeros tiempos.

Considerando la importancia que adquiere el elemento religioso como fundamento de la cohesión social de esta civilización, y su implicación con el poder político, no es de extrañar que las primeras edificaciones monumentales se refieran a estos dos ámbitos. Como por otra parte, ya se ha comentado que la expresión artística tiene una clara intención pro­pagandística, es una consecuencia lógica que la arquitectura adquiera un carácter magno, con el que exteriorizar de cara al pueblo el poder atesorado por la clase dirigente y la importancia de la religión.

Resultarían por tanto especialmente espectaculares en el entorno cultu­ral del momento las construcciones palaciegas, existentes desde los pri­meros tiempos, pero aún mucho más los templos, sobre todo los zigurats, auténticas montañas artificiales en medio del paisaje, capaces de sobre­coger el ánimo de cualquiera.

En cuanto a la arquitectura funeraria, no adquiere la importancia que alcanza en otras civilizaciones, como en la egipcia, por ejemplo, aunque en época del Imperio persa, las tumbas de sus reyes también logran un cierto protagonismo arquitectónico.

Por lo cual, se puede afirmar que el legado artístico arquitectónico que nos han dejado la civilización mesopotámica ha sido principalmente en templos y palacios.

El Zigurat de Ur
Los templos, en la época de los sumerios fueron denominados con el nombre de eanna, que sig­nifica “casa del cielo”. Su importancia simbólica y constructiva es pareja a la relevancia social del poder religioso.

Podemos distinguir dos tipos de templos: aquellos que están trazados con una planta rectangular, y rodeados de murallas con un sentido de ciudadela militar, en cuyo centro se edifica el templo propiamente dicho; y una segunda tipología característica, conocida como templo-torre, denominado Zigurat, construcción compuesta por varias terrazas superpuestas en cuya cima se eleva un templo.

Dichos zigurats, construidos como torres escalonadas, se construyeron con una determinada simbología que los configuraba como una escala luminosa entre el cielo y la tierra. Por eso se recubrieron exteriormente de cerámica vi­driada de distintos colores según cada una de las terrazas, que proporcionaba una luminosidad brillante cargada de reflejos. Desde lejos, esta imagen lumi­nosa resultaría espectacular y para muchos habitantes de la zona, realmente sobrenatural. Es posible que los siete pisos con sus distintos colores, pudieran simbolizar los siete dioses o siete planetas conocidos, con su significado, pues, de carácter cósmico.

En cuanto a los palacios, al principio se asocian frecuentemente a los tem­plos, puesto que la autoridad civil y religiosa se confundían, pero ya se advierte la generalización de una tipología que será constante desde entonces, y que vemos ya en los ejemplos de Tell-Ashmar de época neosumeria; en el de Mari, de la primera mitad del II Milenio, y en otros posteriores: un amplio patio central, que servía de antesala protocolaria, y una sala rectangular transversal al patio, utilizada como sala de recepción y cortesana. Alrededor, estancias de funcio­nes diversas, desde talleres, hasta viviendas, almacenes, etc.

Las ciudades crecen al mismo tiempo que lo hacen los imperios mesopotá­micos hasta alcanzar en algunos casos una notable complejidad urbanística. Buen ejemplo de ello son capitales como Nínive en el Imperio asirio o los com­plejos de ciudades-palacio ya citados de Jorsabad en el mismo imperio asirio o Persépolis en el persa.

No obstante la ciudad más excepcional de toda mesopotamia fue sin duda Babilonia, la más brillante y monumental del periodo mesopotámico y de toda la Historia antigua.

El templo de Marduk
Babilonia alcanzó en la etapa del periodo Neobabilónico su momento de ma­yor esplendor. Se trataba de una ciudad populosa muy bien trazada urbanísti­camente, con una disposición en planta cuadrada, dividida en su mitad por el curso del río Eúfrates y rodeada de una doble muralla precedida de un foso.

No faltaban en su interior grandes avenidas rectas y amplios espacios cua­drados, destacando en el centro la Vía de las Procesiones, que se dirigía direc­tamente al centro urbano donde se concentraban sus edificios más representa­tivos: el Templo de Marduk, el Palacio Real y el Zigurat de Etemenanki, en el que debió inspirarse la Biblia para hablar de la Torre de Babel, porque destacaba de forma realmente espectacular con sus más de 90 m. de altura.

Al fondo de esta misma avenida procesional, se abría una de las ocho puertas que atravesaban la muralla, la Puerta de Isthar, sin duda la más famosa por su disposición y porque se han conservado partes de su construcción que han permitido su reproducción en el Museo de Pérgamo de Berlín. A ello habría que sumarle otros edificios y construcciones que aún agranda­ron su fama como los famosos jardines colgantes, considerados una de las siete maravillas del mundo antiguo.
Puerta de Isthar


BIBLIOGRAFÍA

Gombrich, E.H. (1997). La historia del arte. Phaidon. 

Merlo, C. (2006). La historia del arte: desde la prehistoria hasta nuestros días. Ediciones Robinbook. 


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Arte Mesopotámico 


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