El
arte de Mesopotamia abarca una tradición de 4.000 años que en estilo e
iconografía es aparentemente homogénea.
Por: Olga Ortiz, Sharit Romero, Paula Garcés, Danya Balero, Natalia Urrea y Adalberto Martínez
El
arte mesopotámico se inserta como ningún otro en las características
geográficas del territorio. El país entre los ríos Tigris y Éufrates es una
llanura aluvial de gran riqueza que pronto conoció el desarrollo de importantes
culturas desde el Neolítico, que generaron las primeras ciudades del mundo en
época muy remota.
Las
posibilidades económicas de la zona y su carácter de encrucijada en el Próximo
Oriente provocaron que se sucedieran a lo largo del tiempo las invasiones y
colonizaciones de diferentes pueblos que dieron como resultado una cultura tan
heterogénea como compleja.
Además,
la religión animista, más cercana al pueblo que los complicados dioses
egipcios, contribuyó a la creación de un poso cultural más pragmático y cercano
a la realidad, en cuanto que los dioses podían garantizar la benignidad o no de
las cosechas, pero en ningún caso la vida de ultratumba de los individuos.
Por
eso, el arte se convirtió en el medio empleado para transmitir ideas de poder y
autoridad, para consolidar normas de convivencia o para subrayar roles
sociales, en el marco de la primera civilización urbana de la historia. Es en
este esfuerzo por conseguir un arte eficaz donde reside la esencia de “lo
mesopotámico”.
Los mesopotámicos cocieron la arcilla
para obtener terracota, con la que realizaron cerámica, esculturas y tablillas
para la escritura, llamada cuneiforme. Dicha escritura, es la forma más
temprana conocida de expresión escrita de la que se han encontrado restos arqueológicos;
esta fue creada por los sumerios a finales del cuarto milenio a.C. y surgió
como un sistema de pictogramas.
En
el arte mesopotámico predominaron las demostraciones artísticas como la
escultura y la arquitectura. En cuanto a la primera de estas, fue evolucionando
y adquiriendo características propias de los pueblos que la desarrollaban, ya
que Mesopotamia estivo habitada por 4 poblaciones quienes hicieron aportes al
arte mesopotámico en general: los sumerios, los acadios, los babilonios y los
asirios.
Escultura mesopotámica
La producción escultórica en el arte
mesopotámico tiene dos formas básicas de expresión: la escultura exenta o
de bulto y el relieve. Ambos presentan coincidencias formales y
temáticas que otorgan una cierta unidad a todo el amplio repertorio
escultórico, que se prolonga a lo largo del tiempo y del espacio en el
territorio mesopotámico.
Toros androcéfalos alados
|
La escultura exenta o de bulto queda
reducida a la producción de imágenes del poder: bien reproducciones de los administradores
sumerios (los patesi), o retratos reales, como ocurre con numerosos
gobernantes de periodos posteriores.
Plásticamente las soluciones van variando
con el tiempo, pero son constantes algunos tratamientos generales, como la disposición frontal, la rigidez, la
concepción de bloque de las figuras
o la ausencia de movimiento.
En cuanto a los materiales utilizados son variados, pero dada la ausencia
de piedra en el entorno, son extrañas las grandes obras monumentales que puedan
verse en el arte egipcio. Se utilizan en cambio otros materiales duros como la
diorita, el alabastro, el basalto, etc., pero siempre en proporciones pequeñas,
dándole a la figura cánones menores, para lo cual se recurre a la
disposición de las figuras sentadas o en cuclillas.
Dentro de esta escultura exenta podrían incluirse los lamasus asirios (de cuatro patas) y persas (de cinco patas), grandes toros alados androcéfalos, que servían como guardianes de las entradas de los palacios. En su caso su canon es mayor de lo habitual y por ello su monumentalidad.
La escultura en el periodo Babilonio es
ejemplificado por gobernantes como Hammurabi de Babilonia y su famoso código
legal (c.1780 a.C., Museo del Louvre) o las imágenes de los Gudea.
Gudea del vaso que brota |
Código Hammurabi |
De las dos manifestaciones escultóricas,
la más utilizada fue el relieve. El relieve desarrolla además una mayor
variedad de temas y de soluciones técnicas. La mayoría tienen un carácter narrativo, haciendo así
relato de múltiples actividades, desde las más trascendentes como la guerra o las hazañas de sus reyes, hasta las más cotidianas, como trabajos domésticos o
labores agropecuarias.
Los relieves arquitectónicos de los palacios de Nimrud, Jursabad y
Nínive
|
Arquitectura Mesopotámica
Los templos y palacios son las
construcciones monumentales que caracterizan la arquitectura mesopotámica
desde sus primeros tiempos.
Considerando la importancia que adquiere
el elemento religioso como
fundamento de la cohesión social de esta civilización, y su implicación con el poder político, no es de extrañar que
las primeras edificaciones monumentales se refieran a estos dos ámbitos. Como
por otra parte, ya se ha comentado que la expresión artística tiene una clara
intención propagandística, es una consecuencia lógica que la arquitectura
adquiera un carácter magno, con
el que exteriorizar de cara al pueblo el poder atesorado por la clase dirigente
y la importancia de la religión.
Resultarían por tanto especialmente
espectaculares en el entorno cultural del momento las construcciones palaciegas,
existentes desde los primeros tiempos, pero aún mucho más los templos, sobre
todo los zigurats, auténticas montañas artificiales en medio del
paisaje, capaces de sobrecoger el ánimo de cualquiera.
En cuanto a la arquitectura funeraria,
no adquiere la importancia que alcanza en otras civilizaciones, como en la
egipcia, por ejemplo, aunque en época del Imperio persa, las tumbas de sus
reyes también logran un cierto protagonismo arquitectónico.
Por lo cual, se puede afirmar que el
legado artístico arquitectónico que nos han dejado la civilización mesopotámica
ha sido principalmente en templos y palacios.
El Zigurat de Ur |
Los templos, en la época de los
sumerios fueron denominados con el nombre de eanna, que significa “casa
del cielo”. Su importancia simbólica y constructiva es pareja a la relevancia
social del poder religioso.
Podemos distinguir dos tipos de templos:
aquellos que están trazados con una planta rectangular, y rodeados de murallas
con un sentido de ciudadela militar, en cuyo centro se edifica el templo
propiamente dicho; y una segunda tipología característica, conocida como
templo-torre, denominado Zigurat, construcción compuesta por varias
terrazas superpuestas en cuya cima se eleva un templo.
Dichos zigurats, construidos como torres
escalonadas, se construyeron con una determinada simbología que los configuraba
como una escala luminosa entre el cielo y la tierra. Por eso se recubrieron exteriormente
de cerámica vidriada de distintos colores según cada una de las terrazas, que
proporcionaba una luminosidad brillante cargada de reflejos. Desde lejos, esta
imagen luminosa resultaría espectacular y para muchos habitantes de la zona,
realmente sobrenatural. Es posible que los siete pisos con sus distintos
colores, pudieran simbolizar los siete dioses o siete planetas conocidos, con
su significado, pues, de carácter cósmico.
En cuanto a los palacios, al
principio se asocian frecuentemente a los templos, puesto que la autoridad
civil y religiosa se confundían, pero ya se advierte la generalización de una
tipología que será constante desde entonces, y que vemos ya en los ejemplos de Tell-Ashmar
de época neosumeria; en el de Mari, de la primera mitad del II
Milenio, y en otros posteriores: un amplio patio central, que servía de
antesala protocolaria, y una sala rectangular transversal al patio, utilizada como
sala de recepción y cortesana. Alrededor, estancias de funciones
diversas, desde talleres, hasta viviendas, almacenes, etc.
Las ciudades crecen al mismo tiempo que
lo hacen los imperios mesopotámicos hasta alcanzar en algunos casos una
notable complejidad urbanística. Buen ejemplo de ello son capitales como
Nínive en el Imperio asirio o los complejos de ciudades-palacio ya citados de
Jorsabad en el mismo imperio asirio o Persépolis en el persa.
No obstante la ciudad más excepcional de
toda mesopotamia fue sin duda Babilonia, la más brillante y monumental
del periodo mesopotámico y de toda la Historia antigua.
El templo de Marduk |
Babilonia alcanzó en la etapa del
periodo Neobabilónico su momento de mayor esplendor. Se trataba de una ciudad
populosa muy bien trazada urbanísticamente, con una disposición en planta
cuadrada, dividida en su mitad por el curso del río Eúfrates y rodeada de una
doble muralla precedida de un foso.
No faltaban en su interior grandes
avenidas rectas y amplios espacios cuadrados, destacando en el centro la Vía
de las Procesiones, que se dirigía directamente al centro urbano donde se
concentraban sus edificios más representativos: el Templo de Marduk, el
Palacio Real y el Zigurat de Etemenanki, en el que debió
inspirarse la Biblia para hablar de la Torre de Babel, porque destacaba de
forma realmente espectacular con sus más de 90 m. de altura.
Al fondo de esta misma avenida
procesional, se abría una de las ocho puertas que atravesaban la muralla, la Puerta
de Isthar, sin duda la más famosa por su disposición y porque se han conservado
partes de su construcción que han permitido su reproducción en el Museo de
Pérgamo de Berlín. A ello habría que sumarle otros edificios y construcciones
que aún agrandaron su fama como los famosos jardines colgantes,
considerados una de las siete maravillas del mundo antiguo.
BIBLIOGRAFÍA
Gombrich, E.H. (1997). La historia del arte. Phaidon.
Merlo, C. (2006). La historia del arte: desde la prehistoria hasta nuestros días. Ediciones Robinbook.
Lectura sugerida:
Lectura sugerida
Arte Mesopotámico
Puerta de Isthar |
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Gombrich, E.H. (1997). La historia del arte. Phaidon.
Merlo, C. (2006). La historia del arte: desde la prehistoria hasta nuestros días. Ediciones Robinbook.
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no me sirvio gracias por su atencion fea grax
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